Narrar lo inenarrable – Planeta Sostenible

Narrar lo inenarrable

01/04/2021

Narrar lo inenarrable
La muerte y otros tópicos en la literatura para la infancia y la juventud

POR LORETO AROCA

¿Cómo y de qué está construido el imaginario de niñas y niños de hoy? ¿En qué símbolos reconocerán sus lados oscuros, incongruentes o contradictorios? ¿A qué imágenes, palabras o recuerdos recurrirán para enfrentar los grandes conflictos humanos? ¿Podrán acaso experimentar la catarsis o vivenciar procesos complejos de forma “resguardada”, al alero de alguno de los personajes de sus libros?

Recuerdo que a todos mis muñecos les sacaba una pierna; debo haber tenido 3 o 4 años. Cuando a algún muñeco se le caía un ojo, se le descosía la guata o se le salía un brazo, mi mamá me decía que lo llevaría a la Teletón y luego aparecía nuevamente “saludable”. Mi libro favorito de esa época era El soldadito de plomo; recuerdo clara y vívidamente sus ilustraciones, la historia, la alcantarilla, el pez, la bailarina. Una vez mi vecina, un poco más grande que yo, me preguntó: “¿Por qué a todos tus juguetes les sacas una pierna?” Le respondí: “Porque así son como mi papá”.

Mi papá había perdido una pierna en un accidente de trabajo, mucho antes de que yo naciera. A esa edad yo asimilaba la condición física de mi papá, le hacía un lugar en mi pequeña sociedad, era él el soldadito de plomo de mi libro. La literatura, presentada a través de este y otros cuentos, pobló mi imaginación, me permitió sufrir con sus personajes, maravillarme con sus cambios de suerte, y vivir sus viajes y aventuras. Pero, por sobre todo, detonó que pudiera moldear la realidad para entenderla, para sentir que tenía un lugar, pudiendo calmar mis angustias y miedos. En ocasiones, la literatura incluso me empujó sobre aquellos miedos, obligándome a mirarlos a los ojos sin posibilidad de evadirlos.

Si el contar con referentes estéticos, artísticos, culturales, conversaciones con personas cercanas y experiencias personales ha moldeado mi experiencia, me pregunto: ¿Cómo y de qué está construido el imaginario de niñas y niños de hoy? ¿En qué símbolos reconocerán sus lados oscuros, incongruentes o contradictorios? ¿A qué imágenes, palabras o recuerdos recurrirán para enfrentar los grandes conflictos humanos? ¿Podrán acaso experimentar la catarsis o vivenciar procesos complejos de forma “resguardada”, al alero de alguno de los personajes de sus libros? ¿Con qué libros “jugarán a morir”? ¿Cuál es nuestro rol en todo ello?

 

Acercar la muerte, así como cualquier otra temática compleja de abordar, a la infancia es algo que nos aterra.

Si nos preguntaran si es importante que niñas, niños y jóvenes puedan tener acceso a literatura que hable de temas complejos, como la muerte, la discriminación, la sexualidad y el abandono, libre de moralidad, moraleja o anestesias de realidad, la gran mayoría estaría de acuerdo. Sin embargo, lo que sucede en la creación de catálogos, en la selección literaria para escuelas y bibliotecas, en la mediación de libros e incluso en la elección de lecturas por cuidadores, es que estos libros no son seleccionados o son muy poco leídos.

Acercar la muerte, así como cualquier otra temática compleja de abordar, a la infancia es algo que nos aterra y pareciera que las emociones desencadenadas por tratar estos tópicos fueran algo ingestionable: inevitablemente nos inundarán y nos desbordarán, haciendo que la zozobra sea inminente. Abrir esa puerta implica escuchar, conocer emociones, responder preguntas, llorar y sentir miedo. Requiere además contar, reconocer, aceptar y valorar una mitología propia sobre la muerte.

Detenernos a pensar en los grandes temas de la humanidad es un acto profundamente revolucionario, pues es ir en contra de los valores de la cultura imperante, que ve estas emociones como debilidad, intentando sublimarlas, minimizarlas o incluso hacerlas prescindibles. No queremos ver sufrir al otro, no queremos sufrir y menos exponer a la infancia a estas tensiones existenciales.

Como protección contra el dolor, construimos una mitología en torno a aquellos que deben vivir felizmente (siendo capaces incluso de trascender a la muerte) y aquellos que, por sus malos actos, deben sufrir y morir. En esta dicotomía el héroe representa el bien, mientras que el mal lo simbolizan brujas, hadas malas, lobos y monstruos, personajes que son gobernados por emociones como el deseo, la codicia, la envidia, la ira y los celos. 

Tanto esta dicotomía de lo “bueno” y lo “malo”, como el “jugar a morir”, donde la muerte sólo es un sueño del que se puede despertar o un hechizo momentáneo que se puede revertir para que la bondad prevalezca y de pie a un “fueron felices para siempre”, marcan los límites y parámetros en la infancia, permitiéndole a los niños tratar estos temas en su esencia, y asentando en ellos las bases para comprender la naturaleza humana y del mundo. 

En la primera infancia, contar con la dicotomía del “bien” y el “mal” es vital y necesario. En esta etapa que va de los 0 a 4 años aproximadamente, ellos podrán tomar estas concepciones, hacerlas suyas, enriquecerlas y ampliarlas, desechando lo que ya no les haga sentido. A medida que van creciendo surgen nuevos desafíos intelectuales y emocionales, que hacen necesarias lecturas literarias que muestren el complejo entramado de la psiquis humana.

Detenernos a pensar en los grandes temas de la humanidad es un acto profundamente revolucionario.

Si la exposición a lecturas “dicotómicas” no se diversifica desde los 5 años en adelante, se podría caer en la sobreprotección o en la tergiversación de la realidad, mostrando solo el lado bondadoso y amable de esta. Sin embargo, lo más preocupante, sería el aturdir las inquietudes filosóficas naturales que les permiten comprenderse, leer su entorno y reconocerse en otras personas, estableciendo así vínculos basados en la empatía y el respeto. 

Contar con obstáculos simbólicos que les permitan ensayar reacciones, que los arrojen a supuestos, que los hagan reflexionar y desarrollar su identidad moral valórica, visibilizar sus aspectos más sensibles, miedos y puntos fuertes, será determinante a la hora de enfrentar o reaccionar a las adversidades. Las personas que tengan una mitología variada y complejamente desarrollada contarán con un mundo interior más rico del cual valerse en momentos de angustia, mientras que quienes han sido expuestos a sólo una cara de la moneda, no habrán tenido los ensayos suficientes y tendrán menos herramientas. 

La representación de la realidad en la literatura para niñas y niños que ya se encuentran en edad escolar, debe considerar las contradicciones, ironías, lados oscuros, tristes y perversos de la existencia, sin vedar las temáticas o imponerles un velo moralizante. Niñas, niños y jóvenes son personas a las que se les debe respetar su capacidad de reflexión, comprensión y emocionalidad, pues no porque tengan menos edad ellos no sienten como nosotros, no tienen problemas existenciales o no saben de la vida. Son personas y existen, no podemos minimizarlos. 

Frente a esto, Bruno Bettelheim en su libro “Psicoanálisis de los cuentos de hadas” plantea de forma contundente: “El niño necesita más que nadie que se le den sugerencias, en forma simbólica, de cómo debe tratar con dichas historias y avanzar sin peligro hacia la madurez. Las historias «seguras» no mencionan ni la muerte ni el envejecimiento, límites de nuestra existencia, ni el deseo de la vida eterna. Mientras que, por el contrario, los cuentos de hadas enfrentan debidamente al niño con los conflictos humanos básicos. El psicoanálisis se creó para que el hombre fuera capaz de aceptar la naturaleza problemática de la vida sin ser vencido por ella o sin ceder a la evasión. Freud afirmó que el hombre sólo logra extraer sentido a su existencia luchando valientemente contra lo que parecen abrumadoras fuerzas superiores. Este es precisamente el mensaje que los cuentos de hadas transmiten a los niños, de diversas maneras: que la lucha contra las serias dificultades de la vida es inevitable, es parte intrínseca de la existencia humana; pero si uno no huye, sino que se enfrenta a las privaciones inesperadas y a menudo injustas, llega a dominar todos los obstáculos alzándose, al fin, victorioso”.

Al igual que cuando era niña e intentaba asimilar la falta de una pierna de mi papá, intuitivamente vamos buscando respuestas, soluciones, palabras e imágenes que narren lo que sentimos dentro. Una literatura que sea capaz de exponer abierta y desprejuiciadamente la existencia, nos permitirá (a personas de todas las edades) exteriorizar lo que no podemos expresar con palabras. Es contar con un intérprete que nos puede ayudar a traspasar nuestra individualidad, a contarnos nuestra propia historia, a narrar lo inenarrable.

Texto de Loreto Aroca Parra, Mediadora de lectura
Imágenes de Luis Almendra Villagrán, artista urbano

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