CORONAVIRUS Y ESTALLIDO DEL CAPITALISMO – Planeta Sostenible

CORONAVIRUS Y ESTALLIDO DEL CAPITALISMO

Por Emilia Larraechea

Dentro de un escenario de pandemia como el que estamos viviendo hemos visto cómo lo que partió como un virus ha ido influyendo en los distintos y múltiples ámbitos de nuestras vidas. Lo que se inició como un mito o noticia lejana acerca de una sopa de murciélago terminó afectando en nuestros trabajos, educación, vínculos personales y proyectos, dejándonos con la sensación de que algo mucho más grande invade nuestras vidas.

Se observa por las noticias cómo los gobiernos de todo el planeta se debaten en torno a la mejor manera de lidiar y prevenir esta gran crisis. Nos llegan desgarradoras imágenes de cómo afectó el virus en otros países, sabiendo que podrían ser un presagio de lo que se avecina. Las fronteras entre continentes y países se nos aparecen notoria y peligrosamente difusas, quizás como nunca antes en la historia. Con esto en mente, se hace necesario analizar la situación desde una perspectiva tan global como lo es la pandemia, y la acuciosa propuesta de autores como Dierckxsens y Formento se ha planteado de gran relevancia. 

El estallar de una crisis

Estos investigadores plantean que la crisis del coronavirus es realmente una pantalla que esconde una de las crisis económicas y políticas más grandes de la historia. Con relación al ámbito económico, ellos indican que desde fines del siglo XX y sobre todo a partir de 2008 se ha estado creando una burbuja financiera en manos de la banca internacional, la cual vende créditos a un costo casi inexistente a los grandes consorcios, los que recompran sus mismas acciones logrando exuberantes ganancias y permitiendo la acumulación de capital por parte del 1%. De esta forma han extremado, en sus palabras, la desigualdad más profunda en la historia del capitalismo.

Dentro de tal escenario de especulación financiera, en donde el dinero de la bolsa no se condice con el valor real de los bienes producidos, es que se está generando esta burbuja y el virus aparece como una excusa para hacerla reventar. En este sentido, la irrupción del COVID-19 también podría verse como una forma de “encubrir” a los responsables de la generación de tal crisis económica, pero cabe preguntarse: ¿Quiénes serían estos?

La fuerza globalista

Dierckxsens desde hace un tiempo viene hablando del esquema de poder globalista, el cual está compuesto por el Big5 que lo constituyen Microsoft, Apple, Facebook, etc. Estos tienen como proyecto la implementación de un estado global con moneda única, manejado por los mercados transnacionales y la banca mundial. Este proyecto ha estado llevándose a cabo durante los últimos años en donde el neoliberalismo ha permitido fronteras cada vez más difusas frente a una globalización descontrolada que le otorga más y más poder a los mercados internacionales por sobre los estados nacionales. Cabe notar que Dierckxsens indica que los globalistas dentro de sus redes de comercio internacional tienen el control de

los MCM globales como la CNN, BBC, etc. aumentando cada vez más su poder e impregnando sus ideales en la mentalidad de las personas y naciones. La disyuntiva está en que estos se encuentran en una fuerte guerra contra distintos actores, uno de ellos es
Trump, quien es nacionalista y posee un proyecto que dista mucho del de aquellos, esperando un estado fuerte y proteccionista que fomente la industria americana. Otro enemigo de los globalistas es el eje China y Rusia, quienes tienen un proyecto multipolar, es decir, en donde coexistan distintos polos económicos, de países hegemónicos, con fuerte control desde los Estados. Frente a esta bélica pugna de fuerzas es que aparece el coronavirus, probablemente creado, según los autores, por la fuerza globalista para desestabilizar y responsabilizar al virus de la crisis y así eximir a los reales culpables de esta. El virus como creación globalista explicaría el porqué de la gran conmoción y pánico mundial que este ha generado, en donde la OMS, los MCM internacionales y demócratas (todos globalistas) han fomentado el terror. Su intención es que la crisis de desempleo y acceso al consumo se desate antes de las elecciones estadounidenses en noviembre y así Trump no se asegure la presidencia. Con esto, los globalistas podrían implementar su proyecto político acerca de la implementación de un gobierno unipolar, como una supuesta salida a la crisis que ellos mismos han generado.

Llegados a este punto creo que se hace indispensable diferenciarse o aclarar ciertos planteamientos de los autores. En primer lugar, no existen pruebas concluyentes acerca del virus como una creación intencionada y producto de una guerra biológica. Sin negar esto como una posibilidad, me parece importante conocer y problematizar los alcances de la fuerza globalista como un organismo capaz de manipular económica y mediáticamente para imponer su proyecto. Por otro lado, creo que en ninguna medida debe enaltecerse la figura de Trump como víctima de los globalistas. Cabe dudar y resistirse (y claro oponerse) a un gobierno con marcados tintes fascistas, xenofóbicos y misóginos. El tema está en que pareciera ser que nos encontramos frente a dos opciones y ninguna de ellas es la ideal. Sin embargo, creo que es necesario preguntarse qué modelo de economía global permitiría más y mejores herramientas para el escenario actual y futuro que como planeta cursaremos.

Profundizando en las opciones

Sabemos que se aproxima una brutal crisis económica, una de las más grandes de la historia, según los autores. Al respecto, pareciera ser que es imposible sobreponerse a ella dentro de las mismas reglas y lógicas del capitalismo neoliberal consolidado por los globalistas. Se hace necesaria y urgente la existencia de una soberanía efectiva en donde existan instancias públicas que velen por la ciudadanía y no solo por los mercados, entendiendo al Estado como el organismo capaz de garantizar que cada persona obtenga lo que le corresponda. Aún así, creo que es necesario detenerse en el tipo de Estado que lo bloques anti globalistas poseen y proponen, ya que el modelo propuesto por Trump, China y Rusia, va más allá de la mera implementación de un régimen multipolar con estados soberanos. Por ejemplo, en el caso de China, este es un estado con marcados tintes autoritarios (por no decir dictatoriales) y con una fuerte vigilancia digital. Mediante un multitudinario y extenso sistema de cámaras (más de 200 millones) a lo largo de todo el país, acompañado de una rígida censura en el ciberespacio, el gobierno ha logrado poseer un vasto conocimiento y control de los movimientos de cada ciudadano(a). Si a esto le sumamos el sistema de créditos sociales que está constantemente observando y puntuando el actuar de cada habitante y luego marcando su posición en la escala social, termina por configurarse un país con libertades íntimas y personales casi inexistentes.

 

El planeta que habitamos

Llegados a este punto es que surge la sensación de estar tambaleándose entre dos modelos bastante aterradores: ¿Autoritarismo o globalismo neoliberal? ¿Qué rol juega la esfera de lo

íntimo en nuestras vidas? ¿Cuál ha sido la trascendencia del enaltecimiento de la libertad individual por sobre lo global? Creo que antes de resignarnos a caer en cualquiera de ambas alternativas, es importante detenerse a pensar cuál es el planeta para el que se pensaron dichos modelos y cuál efectivamente estamos habitando. En este sentido, el poeta y sociólogo Jorge Riechmann plantea que uno de los grandes problemas de nuestra época es la tendencia a pretender que vivimos en una especie de tierra plana, con recursos y capacidades infinitas.

Pero por el contrario, el nivel de daño que los humanos como especie hemos ejercido hacia el planeta nos tiene en “tiempo de descuento”. Riechmann señala como problema principal el devastador abuso de recursos naturales y el sistemático atentado contra los límites biofísicos de la Tierra por parte de las sociedades industriales. Dicha situación nos precipitó a un escenario en el que consumimos los recursos inexistentes de 1,5 planetas Tierra. Sumado a esto, cabe mencionar que el modelo extractivista y abusivo hacia el medio ambiente no solo está agotando los recursos sino que, de acuerdo a Riechmann, es el responsable de la aparición y tan rápida propagación de los virus. Este plantea que, considerando la alta polución aérea en conjunto con la industria ganadera, era cuestión de tiempo para que un virus como el COVID-19 irrumpiera y se esparciera como lo ha hecho. En este contexto, es que no solo es relevante sino urgente hacer un drástico cambio de rumbo que tenga como foco replantearse el modelo económico imperante, el cual mediante el pretexto de la libertad (sobre todo de los mercados) nos ha llevado a un abismo ecológico e incluso a la aparición de mortíferas pandemias. Cabe mencionar que el cambio de rumbo no es solamente respecto al modelo neoliberal, sino que también respecto al propuesto por el bloque antiglobalista. Estos (Trump, China y Rusia) históricamente han antepuesto la producción industrial del país por sobre acuerdos internacionales ligados a la sustentabilidad y debido a su marcado aspecto nacionalista y beligerante nos podrían conducir a guerras y conflictos gravemente perjudiciales para el planeta.

 

La desconexión

Con todo esto en consideración, la crisis sistémica del capitalismo que Dierckxsens y Formento proponen, pareciera estar llegando en el momento más oportuno. Es justamente en un escenario en que ideales que solían ser tan intocables como la globalización y la libertad, están siendo puestos en cuestión, es que nos planteamos una real posibilidad de cambio que contemple nuevos principios rectores. Y en vista de dos opciones que parecen ser bastante desgarradoras, los planteamientos de Samir Amin, economista y geopolítico árabe, se hacen especialmente atingentes. Este pensador, a fines del siglo pasado, planteaba que el proceso de mundialización al ser realizado dentro de las lógicas del capitalismo, lo que genera es una consolidación del imperialismo, polarización y aumento exponencial de la desigualdad.

Por ende, la globalización afectará sobre todo a los países subdesarrollados, perpetuando y profundizando lo que él llama la “periferización”. Ante esto, Amin plantea como solución la “desconexión”, la cual se opone a que estos países se ajusten a las tendencias mundiales hegemónicas y que en cambio prioricen su desarrollo interno. Para esto, los países deben organizarse políticamente y tomar posición ante el dominio de las potencias mundiales. A su vez, el tercer mundo (organizado por regiones) debe crear un frente popular democrático que se oponga al imperialismo, los monopolios y el modelo de consumo capitalista, como única forma de hacerle frente a las potencias dominantes.

La fuerza de la organización

Con todo esto en mente, es que la crisis del coronavirus nos aparece como un fenómeno que escapa considerablemente del mero actuar de un microorganismo biológico. Como nos indica Riechmann, tanto la aparición como la rápida propagación del virus han dependido de factores medioambientales y concernientes al modelo económico vigente, que son urgentes de ser transformados. Sumado a esto, sabemos que las consecuencias más terribles y dolorosas de la pandemia se relacionan con la miseria, desigualdad y precariedades sociales intrínsecas a un sistema económico global, que es previo a la irrupción del virus. Y que a su vez, ha estado en manos de esquemas de poder controlados por las grandes potencias mundiales, con distópicos proyectos políticos. Ante dicha distopía, la “desconexión” planteada por Amin aparece como la mejor opción, entendiendo esta no como una “autarquía” sino que como una decisión política por parte de los países subdesarrollados de organizarse colectivamente y hacerle frente al despotismo de las grandes potencias. Al respecto, creo que en Chile a partir de octubre estamos viviendo un proceso político altamente coherente con dicha propuesta. La constante priorización de la acumulación de capital por sobre todo ámbito pareciera ser que no solamente está en crisis desde una perspectiva ecológica ni en el modelo global, sino que colapsó también en nuestro país. La exuberante acumulación de riquezas por parte de los grandes empresarios a expensas de las clases más oprimidas y los recursos naturales, llegó a un punto insostenible. El sentimiento generalizado de impotencia ante lejanos gobiernos que se mostraron altamente incompetentes en paliar la desgarradora desigualdad, colmaron la paciencia de miles de chilenas y chilenos que han protestado arduamente.

En dicho proceso, la organización colectiva y la manifestación política han sido fundamentales para hacerle frente a las grietas e injusticias de este modelo. En un momento de crisis tan profunda como la que atravesamos, sobrellevar esto de forma colectiva aparece como algo vital. Pareciera ser que nos encontramos en un punto de quiebre, en el cual, y en palabras de Jorge Riechmann, tenemos solamente dos alternativas: “La de quienes desean un mundo de amos y esclavos, (…) y la de quienes luchan por un mundo de iguales. Al poder del dinero y de las armas, el segundo grupo solamente puede oponer la fuerza de la organización”.

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